martes, 23 de marzo de 2010

Continuará...

Ya escribí y borré primer párrafo como 5 veces.
Y es que no encuentro como hacer que no suene mamón
Porque la cosa es que...el asunto es mamón. Tanto que con puro leer la primera parte se les pueden reventar los ojos en una lluvia de confetis rosados.

Me temo, mis queridos lectores ( si, a ustedes, cuatro pelagatos ), que quizás su Banana Gritona empiece a cerrar el hocico. Tengo un anuncio importante que hacerles, un anuncio de consecuencias catastróficas, de mamonería armagedónica:



Me enamoré. 





CHÚPATE ESA, PSICÓPATA DEL PARADERO! 
Anda a flirtiarte a una que no te quiera denunciar al pequeño Cottolengo cada vez que te ve.






No sé si pueda decir que esta es como las demás historias repletas de humillaciones y mala cuea, aunque nunca faltan, puesto que AL PARECER alguien allá arriba la debe pasar chancho viendo como periódicamente piso mojones, se me pegan chicles en el pelo y se me pierde plata. Por eso prefiero ser atea, así pienso que soy yo la que no lo quiere a "Él".
Ahí va: 


La Declaración

Era de noche. Había bajado la niebla, y estabamos sentados en una mecedora. Yo estaba borracha, se me trapeaba la lengua y tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no parecer retrasada al pronunciar la "r" y la "d" (no sé para que me esforcé, casi siempre parezco retrasada de todos modos). Lo tenía abrazado porque hacía frío, y yo como toda una galanaza me aproveché de la situación. Calló redondito. Hablamos un buen rato, en ese idioma que entienden los curaditos no más, hasta que él me tomó la mano, y me dijo (según me acuerdo, de entre la maraña de palabras mal moduladas y risas tontas) "Eva...tu me gustai." 
No alcancé a dilucidar muy bien si la sensación de mareo que me dió fue por las así llamadas "mariposas", o porque me dieron ganas de vomitar (no porque la petición me diera asco, si no porque, reitero, estaba borracha.)
Despues de un rato él se fue a dormir, le di otro abrazo del cual fue suerte que no le metiera el dedo al ojo porque casi me caí, y espere a que desapareciera de vista para dejar de hacerme la sobria (dudo que haya servido de algo), subí la escalera tropezándome con mis propios pies, choqué con la puerta, me dejé caer en la cama y estuve toda la noche emitiendo una risita estúpida y tratando de despertar a la Vania (una amiga que estaba durmiendo a mi lado) para contarde el incidente.

No me pescó.  





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